viernes, 2 de mayo de 2014

Díme


Nos encontrábamos distantes y aislados, no sólo por los miles de kilómetros que nos alejaban de la capital, sino también por esa separación  que surgía en cuanto pronunciábamos cualquier palabra.  La radio nos hablaba de otra manera, con esas ces foráneas que, impuestas a los locutores de antaño como careta que esconde el rostro, nos llegaban recias y forzadas almidonando nuestras relajadas eses.
Hablar sin pronunciar las ces nos convertía automáticamente en provincianos del sur, abananados ciudadanos a los que había que oír de medio lado arrullándose en la melodía de un deje exótico. Y si además eras mujer, pasabas a ser una especie de geisha alatinada que embrujaba al personal con su belleza de palmera datilera sembrando un reguero exagerado de 'mi niños' y 'mi niñas'  con los que contrarrestar una silbante conversación seductora.
Porque, en realidad, creo que la colonización española tuvo mucho de colonización lingüistica: aquellos virreyes y gobernadores subyugaron a todos con sus cortantes ces e incisivas jotas .
Cuando alguna alumna nueva llegada de la península tomaba la palabra y reproducía con soltura el habla de la radio, nosotros ingenuamente pensábamos que todo lo que decía era brillante. Mientras que, nos agazapábamos detrás de palabras que no contuvieran la temida ce, ignorantes de que ese rasgo era tan sólo una de tantas otras diferencias.
Años más tarde, viajando en autobús por la Gran Vía madrileña, me entretenía observando a los peatones tratando de descubrir si eran o no de la península. Mi técnica consistía en detectar si al hablar  la punta de la lengua sobresalía entre los dientes o no. En caso de no hacerlo, se trataba de provincianos del sur, como yo.
Ese secreto handicap me acompañó muchos años. Pero el tiempo vuela, el mundo ha encogido y las gentes se han mudado de escenario y ahora resulta que sale a la luz que somos muchos más los que hablamos así, que el español en nuestra voz recupera vocablos perdidos y esa suavidad que adquirió a bordo de las goletas surcando océanos en busca del nuevo mundo, desgastándose contra las olas, las rocas y penetrando inexploradas selvas.
Sí, al final me doy cuenta de que aquellas ces jotas no eran para mí.

10 comentarios:

Ligia dijo...

Todos tenemos unas características especiales al hablar. Lo que me fastidia son los canarios que quieren pronunciar las "ces" y lo hacen tan mal que se les nota demasiado (hablo por ejemplo de algunos presentadores o actores).
Abrazos

Alicia dijo...

Hola, Ligia, ¿te acuerdas que antes los obligaban a pronunciar de una determinada manera? Sonaba todo muy fingido y engolado, como si hablar natural no fuera correcto. Afortunadamente para nosotros, hoy se admite cualquier variante con absoluta normalidad. Te mando un fuerte abrazo desde el chicharro.

Conchi Salvador dijo...

Se bien de que hablas, el acento andaluz fue asociado durante muchos años a la falta de formación y a la España de pandereta. Muy buen "post".Un abrazo.

Alicia dijo...

Hola Conchy, me alegra mucho tu visita a mi blog. Por lo que veo en Facebook te va estupendamente. Creo que el sur ha encontrado su hora... un beso

alicia guimerá dijo...

Alicia.... Tan brillante como siempre. Exuisita lectura e impecable narrativa.... Sabes cuando Dictaba a mis alumnos, les pronunciaba las c y las z, para mejorar su ortografía. Yo misma me sonaba rarísima.... Con esos aires peninsuleros....

Alicia dijo...

Gracias Malicha por venir por aqui y por tus palabras. Espero que nos veamos el día 17 en casa de Rosi. Muchos besos

Rosa dijo...

¡Hola Alicia!
Me encantó el relato, la prosa y la reflexión que haces. Nunca me había parado a pensarlo. Tenemos familia en Canarias y me parecen encantadoras sus relajadas eses.

Escribes muy bien.

Me recordaste el "Brulé" (cuando salíamos al recreo, lo decíamos siempre) y el "sortir" (¿puedo ir al "sortir"?, decíamos aquí...no tenía mucho sentido decirlo así, pero era un argot muy nuestro).

Me ha encantado conocerte. Sigo tus relatos.

Un beso.

alicia barajas dijo...

Bienvenida, Rosa. Nosotras también decíamos '¿puedo ir al sortir?'... por lo que cuentas en tu blog, creo que debemos de ser más o menos de la misma quinta. Lo digo porque también fui testigo del cambio de hábitos de las monjas. Creo que vivimos universos paralelos!! Un abrazo Rosa y me ha encantado verte aparecer por aquí.

tanci dijo...

Pues creo que tampoco era para mi. Y es que por mucho que uno lo intentara, teníamos nuestro acento y nuestro "deje". Sin embargo bastante que nos atenazaba el saber que allende los mares no se pronunciaba por igual. Y hasta que uno adquirió consciencia de otros mundos, otras culturas, otros acentos... no aprendimos a valorar con la misma firmeza nuestros ancestros. Tan importantes como los de los demás. Nuestra pronunciación, acervo que no debemos de ignorar. Los tiempos cambian. Las idas y venida son, la mayoría de veces, inesperadas. Un beso.

Alicia dijo...

Lo bueno en esta vida, querida Tanci, es saber cambiar el punto de vista. De repente nos encontramos con una panorámica diferente que nos hace más sabios. Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.