lunes, 15 de noviembre de 2010

La ausencia


La Real Academia de la Lengua Española define la ausencia como: Acción y efecto de ausentarse o de estar ausente. Parecería pues que una vez ido el ausente sólo quedara un lugar completamente vacío. Sin embargo, contrariamente a lo que pueda parecer, la ausencia se me antoja como una circunstancia llena, poblada por múltiples sentimientos y vivencias sólo apreciables por aquellos sin los cuales ésta no existiría.
Cuando yo era pequeña, en los tiempos en los que el mundo era inmenso y las distancias mucho mayores e insalvables que ahora, los adultos hablaban de 'guardar ausencias', una especie de luto autoimpuesto cuando un novio o novia se ausentaba durante un tiempo, principalmente dirigido a aparentar ante los demás cuánto se echaba de menos al embarcado y acallar rumores. Esto era así porque antes las ausencias eran mucho más solemnes que ahora. En realidad, en el mundo actual hemos despojado a casi todo del brillo de la solemnidad a cambio de la satisfacción de la inmediatez.
Antiguamente, el ausente dejaba tras de sí un hueco lleno de vivencias tan intenso que sus efectos apenas se calmaban con ayuda de fotografías y largas cartas de papeles perfumados que lentamente atravesaban los océanos de la distancia. Eran ausencias plagadas de frases dichas y no dichas, de remordimientos y anhelos, de planes futuros que empezarían a fraguarse tan pronto como el barco atracase en el muelle.
Hoy ya nadie escribe cartas pues el contacto entre unos y otros es total y permanente. Aunque estemos al otro lado del mundo siempre existe la posibilidad de contactar instantáneamente via telefónica o internet y hablar con quién queramos mientras observamos su rostro en la pantalla del ordenador.
¿Será que hoy en día hemos vaciado las ausencias? Si no es así, desde luego éstas han perdido la intensidad de antaño. Puede que las ausencias de hoy hayan pasado a ser lugares vacíos en los que sólo brilla eso: la ausencia.