lunes, 6 de febrero de 2012

En nombre de Dios


Dicen algunos que el año 2012 marca el final de los tiempos. Se basan en predicciones dejadas por los Mayas que establecen como fecha final de nuestra civilización el 21 de diciembre de 2012. Muchos presienten que estamos inmersos en tiempos turbulentos que concluirán con el comienzo de una nueva era basada en parámetros totalmente distintos a los actuales. 
En realidad, observando los acontecimientos a mi alrededor me asombro al contemplar cómo se ha ido perdiendo el razonamiento lineal, lo que antes llamábamos 'sentido común', y las mentiras han sido aceptadas como válidos postulados mientras todos sin excepción sabemos cuál es la verdad.
Aparte de esta fuga de verdades asistimos a la peor crisis económica en la historia de la humanidad. Una crisis que se produce cuando todo occidente se ha postrado de rodillas frente al dios dinero. Hoy en día todo lo que el ser humano lleva a cabo está basado en la idea del dinero y lo que éste representa. Proliferan en nuestras ciudades chiringuitos en los que se compra oro a cambio de liquidez. 
Esta mañana mientras estábamos parados en un semáforo, alguien se ha acercado a la ventanilla del coche para darnos la tarjeta de uno de esos establecimientos. Aparte del nombre, El Arca de la Alianza, a simple vista nada nos llamó la atención especialmente, poco interesados como estábamos en vender oro. El sobresalto se produjo cuando dimos la vuelta a la octavilla y nos encontramos con la siguiente imagen:



miércoles, 18 de enero de 2012

Juntos


No habría más mañanas para ella. Con tranquilidad se había quitado el día anterior su maltrecho cuerpo y  volaba  libre por espacios reservados a las almas grandes como la suya. Tras la fina lluvia de penas y nostalgias se podía sentir su risa fresca de amplia sonrisa elevándose entre las nubes hasta rasgarlas para que la luz del sol nos rozase antes de su definitivo adiós. Al oído nos susurró momentos compartidos con ese cariño incondicional que antaño nos volvía únicos en su presencia. Sólo el misterio conoce las razones de su marcha apresurada mientras nosotros, desesperados, lanzamos al aire la carta del nunca jamás ignorantes de que nuestra existencia no es más que un insignificante destello de la llama infinita del tiempo. ¡Me consuela saber que ya estamos juntos!