People who live in glass houses shouldn't throw stones
Hace un par de días disfrutamos de un almuerzo en la casa de la fotografía, una burbuja de cristal frente al Atlántico mecida por el rumor de las olas rompiendo y esponjándose contra las rocas. La dueña ha hecho un maravilloso trabajo arquitectónico derribando antiguos tabiques para sacar a la luz el alma de la vivienda y fundirla con la brisa cargada de salitre. Allí, el murmullo del mar nos susurra al oido despreocupadas canciones de grandeza imponente que silencian nuestras más triviales inquietudes. El océano respira profundo y, cuando ve que nos asomamos, se retira lentamente para enfocar la vista hasta que se acerca con un resoplido mirándonos abiertamente con ese amor que a la vez subyuga con un respeto reverencial.
Se me antoja que, al igual que las casas, nosotros también vamos acristalando nuestro ser. Descubrimos que los muros que nos protegían no eran tan seguros como habíamos pensado y cualquier temporal inoportuno podría dejar nuestras vergüenzas al aire. Nos dimos cuenta de que la película de piel que nos cubría no era una referencia sino que, muy al contrario, era cambiante y caprichosa. Descubrimos, al fin, que lo único permanente era nuestro interior intacto y asfixiado allá adentro bajo tantas y tantas capas de experiencias. Así pues procedimos a acristalar nuestro ser cuando las apariencias externas nos resultaron sospechosas y anhelábamos ponernos en contacto directo con la vida en toda su potencia para que ésta nos devolviera esa imagen que el espejo del dormitorio sigue empeñándose en deformar.
13 comentarios:
Cuánto tiempo, Alicia. Esa casa debe ser preciosa, tan cerquita del mar. Supongo que será un cristal requetefuerte de protección. Abrazos
Se te echaba de menos. Pero, amiga, compensa...
Sí, Ligia, la casa es una maravilla. Toda de cristal sobre el acantilado!!! Supongo que cualquier cristal puede ser derribado por un temporal... pero también se caen los muros ¿no? Bueno, preciosa, muchas gracias por tu visita y comentario. Un abrazo
Gracias M. Jesús por tus palabras. Te aseguro que las valoro más de lo que tú te crees. Un abrazo
Si Alicia, de acuerdo contigo. Llevo mucho tiempo con mi corazón acristalado. Pareciera frágil y que cualquier temporal de esos que bies descibes en tu escrito, podría hacerlo añicos. Por eso, prefiero rodearlo de una calidez humana y auténtica, en la confianza de que, aún cambiante, permanece la esencia bajo la protección de sus cristales. Pero te aseguro que, a mayor autenticidad, mayor dolor, pero también mayor bienestar personal. Con el consiguiente crecimiento. Al final eso es lo que me importa. Y desde luego la vista de esa casa sobre el mar es soberbia. Desde ahí podrían apaciguarse muchos corazones. ;-) Un abrazo de los fuertes. Me alegra leerte.
.../... y si, el que tenga casa de cristal, mejor que no tire piedras... ;-) Razonable y acertado.
¡Qué maravilla! Un lujazo sentarse frente al mar, en un lugar tan hermoso. Me encanta que hayas vuelto, besos.
Los corazones, acristalados o no, están sujetos a los temporales y otros imprevistos... por lo tanto, mejor acristalarlos y disfrutar de las vistas mientras se pueda ¿no crees? Un beso y ¡déjate ver!
Gracias Virgi. Me he tomado un tiempo de reflexión sopesando si continuar o no y ¡he decidido volver a la carga! Te agradezco tus palabras siempre tan cariñosas. Un abrazo
Echaba de menos algo escrito por ti. A mí me gusta leerte porque es como si me subiera en tus palabras y éstas me llevaran a través de tus pensamientos y recuerdos. Es fácil leyéndote sentir lo que cuentas. Esa casa es maravillosa y... no sé, seguramente yo estoy en fase de cambiar muros por cristales, pero de frente siempre a la naturaleza.
Candela, a mí me pasa lo mismo con tus escritos. Siento que fluyen desde dentro y son el producto de un razonamiento coherente que me encanta. Te agradezco tus palabras y me animan a seguir. Besos
Un lugar ideal. Voy a leerte, vengo por primera vez por acá. Un beso
Hola Fiorela, eres bienvenida a mi blog. Siempre es un placer recibir visitantes y más si vienen de ese país tuyo que para mí resulta muy evocador y que me gustaría visitar algún día de estos. Un abrazo
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